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jueves, 24 de marzo de 2011

VIAJE SIN PARADAS


Las vías paralelas nos conducen a destinos diversos. Cada uno, el suyo, intransferible, único.

Nos suben a los vagones sin preguntarnos antes si está en nuestra voluntad sacar el billete. Arranca la máquina y con un estentóreo pitido nos lleva a través de tortuosos caminos y devastados paisajes hacia una estación bajo tierra.

Hay paradas, pero son adornos diseñados únicamente para devorar nuestra pureza, dejándonos viejos y desencantados, consumidos por la miseria y la enfermedad.

No hay diferentes estaciones donde bajar, sólo hay una. La definitiva.

Nadie pidió hacer el viaje, nadie reservó plaza en el tren de ventanas coloristas pero virtuales. Salir para llegar. Escapar para caer envuelto en cadenas, preso.

Yo, suelo consolarme preguntando al revisor con cuernos y rabo colorao dónde se encuentra el bar. Y mientras llego sonrío a toda aquella persona que me cruzo por el estrecho pasillo. Y si me deja le pego un abrazo. Y le invito a que me acompañe al bar para reír juntos hasta que el maldito tren descarrile.

Aunque tengamos destinos propios e intransferibles, me consuela saber que podemos acompañarnos hasta que el maldito tren descarrile, porque estar juntos lo desequilibra al dejar todos los demás vagones vacíos.

2 comentarios:

  1. A esto me referia cuando te comentaba lo del ramalazo poético. Y me gustan los asomos de relato que se vislumbran entre lo que, tal vez, pretendía ser uan expecie de reflexión poético-filosófica (perdónsenme el palabro y la petulancia, qué horror)en la que gana la poesía.
    Chapeau.

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  2. :) me encanta el pesimismo-positivismo que me transmite esta lectura...

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