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viernes, 15 de julio de 2011

LA PARED TIENE UN DESCONCHAO

El mayor desastre a veces empieza con un leve trastorno.

Un insignificante lunar que se transforma en cáncer. Una caída tonta que se convierte en una parálisis sin gracia. Un hueso de pollo que se cruza en tu garganta y te ahoga. Una pareja equivocada que te hace reflexionar sobre tu puta necesidad de tener que estar con alguien. Un bultito raro en la cintura que puede hacerte subir cien tallas de pantalón. Una llovizna que puede enviarte directo a una neumonía irreversible.

Dicen que fuimos protocélulas y nos hemos convertido en Humanidad.

El último día de nuestra vida empezó a gestarse el primer día.

La gente con el morro torcido y la leche agria eran bonicos de bebés.

También los malos pueden tener un lunar, sufrir una caída sin importancia, gustarles las alas de pollo, enamorarse de ellos mismos, salirles un garbanzo en la panza y todo ello bajo una lluvia de cojones.

Mientras escribo estos graves pensamientos miro de reojo un desconchao en la pared del tamaño de una mosca, yo, por si acaso, no lo toco, no sea que se desmorone la pared, la casa y el banco al que se la debo.

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