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jueves, 10 de noviembre de 2011

¡AL SUELO!

Mi abogado me aconsejó dejarme caer si tu sombra me empujaba un día de sol.

El vendedor de camisetas me conminó a elegir la que tenía una diana impresa para cuando tus pezones me apuntaran.

La Seguridad Social rescindió mi cartilla por si se me ocurría enfermar de amor por ti, ya que mi historial resbalaba por esa pendiente, y el Estado no está para caprichos.

En la última entrevista de trabajo no me cogieron porque la empresa no acepta más de diez bajas al año y mi cuello atragantado por tu corazón delataba una insania de baja eterna.

El panadero no me atiende, dice que contigo tengo pan de sobra.

Dios no escucha mis plegarias, tampoco se explica. Intuyo que no desea malgastar sus fuerzas con almas perdidas. O quizá no soporta estar por debajo de nadie.

Satanás en cambio me sugiere que me tire al suelo si tu aroma me empuja. El muy cabrón sabe que de allí no pasaré. Su infierno tampoco está a mi alcance, disimula haciéndose el compasivo, pero tiene el orgullo tan gordo como el de su ex-jefe.

Si sonríes, me tiras al suelo.

Si bailas, me tiro al suelo.

Si te acercas, te tiro al suelo conmigo.

Un, dos, tres...¡Al suelo!

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