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viernes, 28 de junio de 2013

HUYENDO CIRCULARMENTE



Quiero escapar de mis zarpas de terciopelo retráctil, de mi discurso perecedero y de mi fronteriza piel. 
Entre el fondo y la superficie se desliza un desasosegado ser aburrido como la nadería, insomne cual guardián a tiempo completo. 
Odio la valla sin portezuela que es mi cráneo y la fuente de piedra que es mi cerebro. Quiero huir de los clichés que imponen mi asustadiza voluntad. 
Estoy preparando un plan de fuga atiborrado de sencillez en el que la mayor dificultad radica en llevarlo con la suficiente discreción, teniendo en cuenta mi limitada capacidad para el autoengaño. Con suerte conseguiré despistarme. Cuando creo alcanzar tamaña insensatez, la realidad me devuelve al sitio desde donde partí con la triste sensación de haber recorrido una rotonda. 
Me gustaría verme como un extraño con quien nada en común tiene, para justificar el desprecio. Mas cuanto más me abandono, más me encuentro.
Aceptar que no hay escapatoria lleva toda una vida. 
Y probablemente yo necesite un número mayor de vueltas a la rotonda para comprenderlo. 
Pero todo aquel que huye circularmente ni avanza, ni comprende. 

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