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jueves, 19 de diciembre de 2013

PASADO



En un rincón se amontonan cajas de traslados insuficientes, cerradas con precintos de los que se usan para fijar cables de guitarras en escenarios de conciertos ya celebrados y que nadie recuerda. Guardan libros subrayados temblorosamente, útiles objetos sin apenas uso, papeles arañados con palabras detenidas por una abrupta congelación y gritos silenciados en mortajas de cartón. 
Mirar las cajas es como ver una triste espera; es como sacar un billete de tren sin horario de salida; es como tranquilizarse por saber que tienes el botiquín abastecido. La memoria es un armario empotrao de perchas abandonadas. El recuerdo es un sastre que corta con tozudez el mismo patrón irreal. El pasado está a la espera de volver. 
Las cajas perdidas y febriles siguen latiendo en el rincón asediando al presente intentando por todos los medios dejar el ayer. Luchan por dar sentido a su encierro al conseguir liberarse. 
No han entendido su verdadera función: representar al pasado y, desde esa quietud encarcelada, formar parte del futuro. 

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