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sábado, 3 de enero de 2015

A PESAR DE TODO


El alma femenina soporta tragedias, pedruscos, altibajos y bajones.
La mujer pare a dentelladas, del mismo modo que arropa féretros.
Sin ellas, no hay segundas oportunidades, ni terceras.
Sin ellas, el círculo es un punto en una recta o una eyaculación sin placer.
Unos labios pintados parten más corazones que unos guantes de boxeo.
Unos tacones de aguja dejan un fino rastro rectangular de sangre negra, útil para enmarcar fotos en sepia de víctimas pisoteadas tras el amor fallido.
A la tercera va la vencida. Sin complacientes permisos. Sin margen para el llanto. Sin más fármacos para las heridas que la inexorable aparición de nudosas cicatrices.
El alma femenina soporta furibundos incendios, paradójicamente por haber padecido devastadoras inundaciones.
Su piel no envejece, cristaliza.
Bajo sus uñas hay jirones de barro sin cocer, diminutos trofeos de batallas donde quizá cupo la derrota, pero no la rendición.
Bajo sus pezones se oculta el alimento; bajo su vientre, el origen; bajo su cabeza, el mundo. Atlas fue una mujer que perdió su alma, su casa, su amor, su voz. Y a pesar de todo, seguirá sola, soportando tragedias, pedruscos y hombres.

viernes, 2 de enero de 2015

AUSENCIA Y DESCONOCIMIENTO


El conocimiento se deteriora con la lejanía igual como el acero de una navaja olvida todas las carnes que penetró. Una cicatriz no asegura su registro en el libro de los porqués. Mirar hacía atrás no siempre entrega utilidades satisfactorias, tal vez solo deja llanto y frustración. En medio de cada poema se esconde un intento malogrado de cambiar basura por belleza. Carece de luz el olvido y de rostro el nombre. Es más de lo que se puede decir. Se arrastran corazones malheridos por espesas selvas de incomprensión y sus rastros rojizos son incapaces de hacer distinguir su origen. El error vive en una pendiente de la que nadie sabe escapar. Y los últimos intentos siempre serán baldíos. Quien empuja a quien cae no le salvará de rodar por el mismo precipicio, simplemente cambiará insignificante tiempo por solemne abyección. Es más de lo que se puede decir.
La ausencia no hace más que, irremediablemente, acumular desconocimiento.