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viernes, 25 de septiembre de 2015

VISIONARIO

Pasó por la puerta del hotel que le vería despedirse y sonrió. Faltaban veinte años como veinte soles y sabía que los iba a surcar como un rayo encendido para convertirse en el sol veintiuno. Corría ardiente por la vida como lo hacía el veneno en su sangre. Aun así, le iba a dar tiempo para dar todo lo que tenía.
Supo muy de joven que la vida es un sucio juego en el que siempre se pierde y no estaba dispuesto a dejarse arrastrar por la fatídica resignación. Él sería quien decidiera cuándo y cómo. Soñar con fuerza da alas y cuanto más despierto estaba más cerraba los ojos. Volaba tan rápido que nadie puede decir que lo haya visto. Habló fuerte y nadie le oyó. No huía, perseguía belleza y libertad por entre los escombros. Y al ver sus alas inservibles de tanto agitarlas subió a la azotea del hotel para un último vuelo festivo y cumplir así su antigua sentida premonición. De asfalto eligió su féretro. De vida llenó su muerte.
En los buenos tiempos sudaba buen rocanrol y en los malos también. Cantaba sus canciones como un bello jilguero ronco lacerado. Pintaba con desesperación las veces que se sentía mono en vez de pájaro y, delante del hotel, con una mancha oscura firmó su último cuadro.

viernes, 18 de septiembre de 2015

CONTENTO POR LLEGAR TARDE A CADA UNA DE LAS CITAS

                                                 Ella me subyugó desde el primer día que supe de su existencia. Me salió al paso con prontitud, irresistiblemente sutil. Yo, un inexperto de antología, fui cayendo en sus redes sin saberlo. Aparecía y desaparecía con inteligente misterio dejándome al albur de su extraña atracción y de mi propia incomprensión. Desde muy joven sentía que me faltaban claves para comprender el mundo que me había tocado vivir. Hasta que un día de esos tontos, ella se me apareció en todo su esplendor, rellenando los huecos de mi insatisfecha lógica mental. Se completaba mi visión del asunto sin resolver, al verla tan rechazada por todos como necesaria para mí. Desde entonces fui tras de ella y ella tras de mí. Quedábamos en cualquier sitio, a cualquier hora. Pero, nunca nos vimos. Siempre había alguien que llegaba antes que yo. Y me quedaba triste y pensativo, echando de menos sus delgadas manos, sus labios de piedra y su olor a abandono.
Y una y otra vez, yo llegaba tarde a sus citas. Otros se iban con ella y no negaré que, en alguna ocasión sentí celos. Pero, a estas alturas, quizá por despecho, voy a hacer lo posible para llegar tarde a todas las citas que me queden. Y sobre todo, a la última. Creo poder vivir contento sin el amor de mi vida.

jueves, 10 de septiembre de 2015

INVISIBLES

                  Los saludos están hechos de carne, los adioses de transparencias. Por ello hay gente que, al cambiar de sitio, prefiere no usar las despedidas en ningún caso. El día que descubras el nuevo poder de atravesar las puertas sin abrir y que, ningún chichón adorna tu frente, podrás vivir sin que nadie te vea. Tendrás ventaja si juegas al escondite, a no ser que alguien te recuerde con tanta fuerza que, sus ojos cerrados te localicen con una sobrenatural exactitud. Nos pasamos la vida esforzándonos por hacernos visibles y, cuando la tozuda imposibilidad nos doblega, es cuando la carne transparente de otros nos fija como nunca hubiésemos imaginado. Los sueños están hechos de frustraciones, las vigilias de actitud. Donde terminan unos, empiezan otras. El tránsito no se detiene. Frágil es la línea, voraz el impulso. Los buzones de cualquier ciudad cambian de titulares a un ritmo tan frenético que todas las cartas se devuelven y acumulan en su acrópolis. Para la ciudad llegan tarde, para el camposanto, a su hora.
Los saludos son carne de desaparición. Por ello, hay gente que se niega a saludar. Pero también hay gente que no necesita decidir entre lo invisible o lo carnoso, entre lo arraigado o lo fugaz. Simplemente sin esperar respuesta, ama lo que ve y lo que no.

miércoles, 2 de septiembre de 2015

VEJEZ INALCANZABLE



Hemos llegado antes de que los no nacidos sean un oscuro acto futuro en cúpulas de amores aleatorios. Antes de que sus gargantas sin formar griten, por pánico o dolor.
Hemos pasado tantas pantallas que nos hemos salido del juego. La rapidez nos empuja al vacío de la llegada. Y el recuerdo es solo lastre, duelo y pérdida. En un rincón apilamos los despojos inconscientemente, voluptuosamente. La suciedad es tan nuestra como de ellos.
Somos luz apagándose con temblor. Las nuevas bocas tienen un hambre descomunal, básico y urgente. Hemos llegado al último compás de un aria triste y caprichosa. Como monstruos de puzzle con las piezas sin encajar deambulamos, malviviendo en una competición incomprensible enferma y fugaz. Los que nos siguen no saben que nos persiguen y que, para alcanzarnos, necesitan algo más que arrogante juventud. Para pasarnos deberían ir directos al olvido de lápidas sin nombre, al suicidio abrupto, al desenlace fatal, al fogoso abandono y, aún así, toda esa temeraria ambición quedaría en un acto tan poético como baldío. La vejez no se gana con el deseo, al contrario, se gana sin él. Se gana cuando al pronunciarlo, hay más aire que fonemas, más hastío que ímpetu, más citas con el urólogo que con el camello.
Alguien fue capaz de poner arrugas en Miami y decir que vestir de viejos a dos jóvenes adonis blanquinegros, era alcanzar nuestra bella vejez inalcanzable. Con poco hilo y mucha tela creyó descubrir el éxtasis. Y los que hemos llegado sin disfraces nos meamos de risa tanto por su logro como por nuestra natural incontinencia. Y nos desangramos de llanto por la inalcanzable juventud perdida.