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jueves, 10 de septiembre de 2015

INVISIBLES

                  Los saludos están hechos de carne, los adioses de transparencias. Por ello hay gente que, al cambiar de sitio, prefiere no usar las despedidas en ningún caso. El día que descubras el nuevo poder de atravesar las puertas sin abrir y que, ningún chichón adorna tu frente, podrás vivir sin que nadie te vea. Tendrás ventaja si juegas al escondite, a no ser que alguien te recuerde con tanta fuerza que, sus ojos cerrados te localicen con una sobrenatural exactitud. Nos pasamos la vida esforzándonos por hacernos visibles y, cuando la tozuda imposibilidad nos doblega, es cuando la carne transparente de otros nos fija como nunca hubiésemos imaginado. Los sueños están hechos de frustraciones, las vigilias de actitud. Donde terminan unos, empiezan otras. El tránsito no se detiene. Frágil es la línea, voraz el impulso. Los buzones de cualquier ciudad cambian de titulares a un ritmo tan frenético que todas las cartas se devuelven y acumulan en su acrópolis. Para la ciudad llegan tarde, para el camposanto, a su hora.
Los saludos son carne de desaparición. Por ello, hay gente que se niega a saludar. Pero también hay gente que no necesita decidir entre lo invisible o lo carnoso, entre lo arraigado o lo fugaz. Simplemente sin esperar respuesta, ama lo que ve y lo que no.

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