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viernes, 2 de octubre de 2015

COSTA BLANCA


Recorriendo parajes de limpia luz, desquites de oscuridad, respirando profundamente como quien ahuyenta encarnizados olores luctuosos. Dicen que el movimiento esquiva pesares. Y que el salitre es la mejor receta para los apestados. Tener el mar cerca ayuda a curar cualquier herida de un error cantado. Deslizarse por la costa blanca es tan beneficioso como un blues en medio de una oración. Vivir sin un poco de veneno es soledad inalterable. No ser veloz es rendición. No ser rebelde es dejarse hacer. Y no fracasar es no habérsela jugado. Por estos lares el buen tiempo invita a apostar con todo. Quien no se excede, la vida se encargará de excederse con él, sin miramiento alguno. Las sacudidas son del tamaño de un volcán escupiendo traiciones. Y ahí te quedas, desnudo, desamparado, boqueando como un pez en el suelo al romperse la pecera. En este bendito paraíso, los pescados más indomables viven en el mar, que para eso lo tienen cerca. Y si asoman las branquias al cielo es para reírse de los pescadores con olor a cebo podrido. La costa blanca se hizo a costa de las almas sin luz. Quien no sabe arder, nunca se encendió. Quien no pisa arena no sabe limpiarse. Y quien no ha sabido vivir, difícilmente sabrá morir.

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