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jueves, 28 de abril de 2016

SANGRE ESPESA


Al corazón llegan oxígeno y emociones con tumultuosa algarabía dejándolo tan caliente como un extenso y festivo día de verano. Por allí pasa la sangre espesa; el deseo; la frustración; para saludar y no quedarse, para salir disparados hasta los límites de la piel pronta a partir hacia el deterioro. Sufre el músculo cuando tiembla por placer pero, más sufre si se agita por el árido abandono. El motor tose cuando le llega gasolina solitaria y no le queda otra que expulsar el humo de la pena. A los corazones rotos no los ponen en la lista de espera de los trasplantes. Todos venimos con uno y todos terminarán aullando por la falta de sangre, desparramados en la competición. El mío solo aspira a tener una autopsia decente, elegante acaso. Lo imagino abierto como un pez para ser cocinado en una sala aséptica y, poniéndome ardorosamente lírico, desearía que el chef forense encontrara apenas trazas de amor entregado y recibido.
El corazón espera sangre. La sangre espera una correcta dirección. Y la dirección espera clavarse en un corazón distinto del que partió. Aunque lo normal es dirigirse hacia la nada.
El tiempo es un cúmulo de latidos vacíos que sueñan formar parte de algún coro. Tanta sangre espesa derramada no debería quedar en silencio. Pero dicen que, si eres capaz de acallar tu propio pulso, podrás oír el de los demás y, una vez muerto, conseguir vivir un poco más en el de ellos.

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