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viernes, 23 de junio de 2017

ABANDONO Y PÉRDIDA


El abandono produce inseguridad, rabia y confusión. Tras una ruptura quedan expuestas las heridas en el tablón de anuncios dejándote tan vulnerable y descosido que te crees incapaz de reconocer tus propios pedazos tras la implosión. Cuando inesperadamente se rompe lo irrompible no solo se llevan amor y sangre, te dejan con lo que nunca fue tuyo. Obligado a ser el muerto y el velador a la vez, el enterrador y el enterrado, la ausencia y el adiós, el utensilio inútil, la edad acumulada y la vejez. Quien más puso, más perdió. Quien más amó, más adelgazó. Los amores destruidos engendran locura, pero también oportunidades para el crecimiento. Caer en la mayor de las tristezas, ofrece una nueva visión. Cuando se agota la oscuridad, la mínima luz es el mejor de los estímulos para rebotar y saltar con renovado límpido ímpetu. Y en ese instante el recién estrenado orgullo vuelve a hacer de las suyas. Realmente nunca te había abandonado, tan solo habías olvidado que lo tenías. Y entonces sientes el abandono y la pérdida pasados como un tránsito de obligado cumplimiento para obtener una dulce venganza contra quien no supo ocuparse de ti, contra quien al abandonarte abandonó lo mejor que tenía y sin remedio, te perdió.   
      

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