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jueves, 30 de noviembre de 2017

DENTRO Y FUERA DE LA LEY


Las mujeres y los hombres no pierden la dignidad por estar fuera de la ley. Los de dentro se cuidan muy mucho de mostrar los pasos dados fuera de ella. A los de fuera no les importa no vanagloriarse de los pasos que dan dentro. Las barreras se mueven al antojo de los que las escriben, no respetan y ejecutan. Nadie ha podido invertir la pirámide. Y si lo intentas, te aplasta. Dicen que los jueces en algún momento fueron inocentes. Sería cuando sus togas olían a papilla y a sus palabras le faltaban letras.
Se oyen candados cerrándose mientras sus llaves se alejan como amantes ocasionales que con rapidez se olvidan. Se oyen disparos en libertad descerrajando carnes de cañón. Alguien tiene que pagar las deudas contraídas. Quien hace la ley se sabe las trampas. El invierno está al caer sobre los condenados y la fianza no hay quien la pague. El verano no acaba en los paraísos fiscales donde hacen su agosto legales ciudadanos de mangas anchas y corta virtud. Dicen que vale más una mentira bien contada que una verdad a secas. Puede ser verdad, no lo niego, pero tiene que ser tan deslumbrante que, el estar fuera de la ley, sea una mera anécdota.
Juntados en el exilio, permaneceremos. Divididos, caeremos.
La ley divide, el orden ordena y la falta de juicio nos condena.    

viernes, 17 de noviembre de 2017

LÍQUIDOS MINUTOS FLUYENDO


Siento no tener el tiempo suficiente para una disculpa, o para hacer lo correcto, o para dejar de deleitarme en mis errores. Lo veloz que todo ocurre me obliga a escapar como un involuntario y servil segundo entre los demás, obedeciendo ciegamente al minuto al que pertenezco. El empuje es de tal magnitud que voy con los pies por delante. El alrededor pasa tan rápido que se queda sin mí. A veces merecidamente. A veces he sido tan egoísta que no he podido ver el daño que he podido causar al mantener mi ombligo en veloz y constante movimiento. La necesidad de redención llega cuando sabes que te vas. Somos líquidos errores fluyendo sin capacidad de corrección. Somos la parte que enferma el todo. Somos carencia y pérdida, angustia y fatalidad. El frágil desatino se hace fuerte en las decisiones. De alguna manera el tiempo es el remedio con su imparable poder. Quien es inolvidable caerá en el olvido. Quien es insustituible será sustituido. Y quien tiene un lujoso presente no tardará en tener un miserable pasado. Quisiera ser capaz de resistir el desplome. De alguna manera solo quiero poder decir lo siento antes de desaparecer. No entraba en mis planes ser un vulgar cobarde segundo más dentro del líquido minuto al que pertenezco que fluye con despótica tiranía hacia el abismo de la infamia. Nadie puede hundirte más que tú. Ni siquiera el tiempo que fluye con líquida indiferencia sin importarle si arrastra fango o pulcritud.                           

viernes, 10 de noviembre de 2017

GRATOS PRINCIPIOS. (A mi sobrino vasco)


Todos los inicios aúnan expectativas, ilusiones y desazón. Es sentir el excitante vértigo de lo que sienten los que apuestan cuando la ganancia y la pérdida se ponen al mismo nivel. Es jugar con el azar para conseguir ponerlo de tu lado. Quien comienza aventuras, no contrata seguros. Quien arriesga, no se arruga. Quien no arriesga, pone sus arrugas a buen recaudo. Una forma inteligente de conservar la cordura es jugar con la posibilidad de perderla. En los más sórdidos callejones se acumulan los que creen que vivir sin poner sus vidas en juego, les dará ventaja frente a los otros cuando la partida llegue a su fin.
Todos los comienzos son grandes aventuras. De eso se trata.
Decidir traer pequeñas almas a este desalmado mundo es el principio de la mayor de las aventuras. Los valientes no dejan que el miedo les usurpe la facultad de decidir. Las grandes aventuras empiezan con un leve deseo de amar y ser amado. Y cuando ese frágil inicio crece hasta el infinito y más allá, se busca la descendencia casi sin buscar. Los deseos naturales se cumplen, los planifiques o no. Y ver el amor hecho carne destroza y completa con tal brutalidad que, tras el temblor y el éxtasis, solo queda dulce plenitud. El principio de la gran aventura llega con una carne de amor, o dos.