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viernes, 30 de marzo de 2012

VISIÓN DISMINUIDA



Nació en una pequeña localidad de apenas siete mil millones de habitantes.
La canícula intrínseca de la época de su llegada amortiguó el gélido desafecto propio del mundo receptor.
Sus ojos abiertos de golpe en su nuevo entorno se llenaron de colores, formas y salinidad.
Creció preñándose de extrañeza, confusión y ahogo, al tiempo que su visión disminuía. La lentitud del proceso contribuía a hacer del dolor, anonimato.
De joven tuvo catalogados los escenarios, los actores y los argumentos. Hasta que llegó un impreciso momento donde la inflexión se hizo patente como un guión deshaciéndose en la niebla.
Su vista componía contornos informes diluyendo las caras conocidas, haciendo desaparecer hasta la suya en el espejo, haciendo que una sutil penumbra envolviera todo lo conocido en un papel de regalo llamado invisibilidad.
No fue de golpe la pérdida. Ello le quitó dramatismo. Amortiguó la sensación de espanto, de ausencia. 
Se marchó despidiéndose a bulto, agitando los brazos para hacer comprender que su vista disminuida no le impidió despedirse de la totalidad de paisanos inscritos en su pequeño pueblo de apenas siete mil millones.

jueves, 22 de marzo de 2012

BAILAR CUANDO LA PISTA ESTÁ VACÍA

Bien afeitao y ligeramente perfumado salía para llegar el primero a la discoteca del pueblo. Le encantaba el olor a ambientador industrial, no tener que hacer codo en la barra y pedirse un gin-tónic acariciado por los primeros hielos de la noche.

El equipo musical sonaba de maravilla cuando no había gente que hiciera de esponja absorbiendo las notas funky como trozos de magdalena dentro de un vaso de leche.

Sabía que su cuerpo no se dejaba llevar por el ritmo hasta el quinto cubata y la doceava canción pero, ese tierno itinerario tenía la certera placidez de un clímax anunciado.

Esa noche iba a ser mejor de lo que se esperaba. La clientela era tan escasa que la pista no empañaría de vapor los espejos que la rodeaban. Chicas, las justas: dos camareras, dos despistadas y la novia del pinchadiscos.

Comenzaban los acordes del tema revientapistas y él iba a sacar lo más oculto de su repertorio de baile, lo tenía decidido desde que su sangre volaba por su cuerpo como semicorcheas en un pentagrama ebrio.

Siendo amante de la vida nocturna un mundo perfecto le rodeaba: dos chicas para servirle copas, otras dos para entregarle sus amores despistados y una para poner celoso al de la cabina.

Me da cosa romper la magia. Más que nada porque me identifico.

La realidad fuera de su percepción había sido muy distinta.

Pero dejemos que sea feliz bailando mientras la pista siga totalmente vacía.

Puede ser patético, ridículo incluso pero, tanto él como yo somos inofensivos. Los bultos no ocultan navajas.

¿Bailas?



jueves, 8 de marzo de 2012

DE CAMINO A CASA


Huele a madrugada, las últimas luces de un pueblo, dos figuras que se adentran en una carretera estrecha y recta, huele a manos entrelazadas, un silencio poblado de sonidos pequeños, grillos, ramas, hojas, búhos, la cadencia sosegada de los propios pasos, andándose, ladridos que ladran a lo lejos, huele a agosto, a espliego, a sed, recuerdos, huele a asfalto, a cuneta, el brillo majestuoso de un cielo estrellado, cenital, dos cabezas que miran en una misma dirección, huele a verde, a tierra, a negro, huele a beso, a la distancia que separa a ambas cabezas de todo lo demás, huele a reloj de pared dormido en su cama, a paz, a siempre, el dulce hormigueo del amor sin palabras, huele al polvo del camino, el resplandor lejano de un motor que se aproxima, huele a unas décimas de frío, a chaqueta tejana, la felicidad del próximo amanecer, su tristeza, huele a hoy, a manzanilla, trigo, amapola, huele a pino, huele a qué, a máquina, velocidad, risas, vendaval, estrépito, gritos, luz cegadora, mole, huele a miedo, huele a frenos, a rueda que rechina, caucho desollado, el látigo que se dibujará en el asfalto, cuando amanezca, huele a tres segundos más y luego huele a nada, a pasmo, paréntesis, ruidoso silencio, dos corazones que bombean su sangre violentada, huele a flor de piel, huesos, músculos, nervios, dos espaldas reafirmadas en el suelo, el aire que se respira, el infatigable tránsito de las estrellas, su inmovilidad de años luz, su fulgor, una mano tibia que te acompaña, el largo camino de vuelta a casa.


Texto de Pepa Ruiz.

lunes, 5 de marzo de 2012

PREFIERO NADA GRANDE


Caramelos pequeños de gran sabor expuestos en el kiosco de la plaza preparados para ser elegidos.
Bocas como lazos rojos en la clientela de un domingo inhóspito, dispuestas a tragar ingrávidos dulces de camino al hogar.
Por muy lejos que quede el control de la situación siempre quedarán unas migajas de opciones, por pequeñas que sean.
Lo que quieras podrás atraparlo con liviana libertad, con frágil decisión; si las alternativas no son inabarcables desde cualquier punto de vista.
El grado de frustración depende del volumen de expectativa.
Prefiero nada grande que me supere, aunque suponga hacer concesiones. En la concesión habita la grandeza. Y en lo grandioso, la mezquindad.
Fue un domingo de octubre cuando compré caramelos para dar sin que nadie me pidiera, para dar a mi oscura sombra cuando pidió lo que creía merecerse. Al menos la tuve un rato entretenida.
Convivir con tu vasta insidia es titánica tarea, mantenerla a raya, todavía más dificultoso si cabe.
Aprendí de un pequeño caramelo de gran sabor.
Descubrir las preferencias es tenerlas.
Lo que quieras te está esperando, si no es demasiado para ti.

jueves, 1 de marzo de 2012

ASTILLAS PARA UNA HOGUERA

Las manos atadas bajo un fuerte aguacero. Los dos revoloteándonos sin poder tocarnos, sin atisbar la tormenta, sin sentir el frío de las cadenas. Algo nos une al menos.

Dijiste que somos intercambiables, que somos piezas de un frágil puzzle de húmedos contornos bajo la necesidad. Algo nos une, contesté.

Los ojos obligados a mirarnos. Los tuyos, oblicuos y recelosos como hechos de un zarpazo. Los míos, saltones y confiados como los de un sapo capaz de creerse la fábula.

Hubo tiempo para el desánimo, la carencia, la congelación y el deterioro. Quizá no supe hacerle frente, espantado y desorientado como estaba. Quizá ese trabajo me esté eternamente vedado.

Algo nos ha unido, pensaba.

Llegó el maldito invierno para dejar la piel expuesta y erizada. Dijiste que los suburbios no son cálidos, que la voluntad tiene extrañas aristas, que el frío no desata pasiones.

Y yo dije que echáramos las astillas, todas, a una hoguera.

Algo nos une: las brasas.