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miércoles, 5 de abril de 2023

EL DIABLO QUEDÓ ATRÁS

Si consigues sonrojar al diablo, inevitablemente lo has dejado atrás. Si tus zarpazos dejan tatuajes de sangre en la piel, sus pezuñas no son más que piececitos de bebé pataleando por un poco de leche materna. Si sonríes cuando el demonio llora, le usurpas su lugar, dejándolo tan roto como un mentón partido, tan vacío como una fosa sin cadáver. El juego se trata de engañar al diablo con sus mismas armas, con sus mismas mentiras vestidas de verdades y dejarlo al borde del abismo. Es una idea absurda pero eficaz. Es un planteamiento sensato en el centro de la locura. Si lo piensas, no es tan descabellado. Amarle cuando él te odia, le descolocará, le hará sentir que en algún tiempo remoto fue un ángel antes de caer. Quizá llegue a entender que es solo un mal necesario, un jodido diablo inocente. Todo se equilibra en medio del caos. Todo se descontrola en medio del orden. No hay relámpagos más intensos que la tormenta. No hay demonios más enfurecidos que el propio infierno. Todo quedará atrás, borrado. La extinción es cosa de la vida, tanto como la vida es un asunto en manos de la muerte. Desdramatizar es cosa de todos. En el periódico de hoy, en un rincón insignificante, al lado de un anuncio de calefactores hay una noticia insulsa y mal redactada que explica el hallazgo de un pobre diablo llorando en un callejón. Ya ves, hace mucho mucho mucho mucho tiempo, que lo dejamos atrás.