ALTA CADUCIDAD

Seguir vivo y coleando significa un alto riesgo para la caducidad. Traspasar cientos de semanas te puede dejar desganado, débil y exhausto, pero si no es el caso, sigues hambriento de curiosidad, porque aunque el viento del fin te ensombrezca con su cercanía, no te detiene si no te alcanza. Se puede seguir adelante, si la desgracia no es tan demoledora que impida levantarte tras su abrazo. Quien resiste, vence. Despertar un martes soleado es haber derrotado un lunes gris. Quien se preocupa demasiado del mañana, acaba ignorando el hoy. Pero quien vive todo el tiempo como si no hubiera un mañana, podría estar haciendo realidad lo que cree. Alguien dijo que elegir es la mayor de las renuncias. De precisiones están llenos los errores y de imprecisiones los aciertos. La vejez es un lugar de alta caducidad donde se reduce la capacidad de corrección. Para llegar allí medianamente bien hace falta suerte, mucha, sin tomarse todo demasiado en serio. Y si la caducidad te sorprende, que te pille en medio de una sonrisa.

DESPERTAR PARA HACER REALIDAD EL SUEÑO

Cuando el río te lleva como un pelele hacia un mar indiferente, es el momento de bracear hasta la orilla y salir para ver el agua correr. Cuando el viento te empuja como débil hojarasca muerta, es el momento de dejarse caer al suelo para hacerse el muerto, y escapar así de la corriente aparentemente vital. Adaptarse al gusto ajeno no siempre significa avanzar. Persistir en tus convicciones te puede poner en una difícil situación, pero más difícil es defender situaciones postizas, interesadamente impropias. No es cuestión de negarse al cambio, todo cambia, es cuestión de cambiar sin perder por el camino la sombra que proyecta tu luz. Crecer es saber decir que no. No a ser hojarasca. No a ser pelele. Quizá sea elegir un camino directo a la marginación y a la soledad, pero no hay otro si crees en ti. Quien sueña debe despertar y así pasar a la acción. Y si no, no pasa nada. Pa gustos, los colores.