Por el camino dejamos fracasos, pellejos y llanto.
Historias imposibles, vagos recuerdos y despedidas de ácido aliento.
La maleta siempre preparada para un adiós, sobre todo cuando llega un nuevo hola.
Un pijama plegado, un cepillo de dientes sin estrenar, una carta sin abrir, dos pares de calcetines con la goma insuficiente para besar la rodilla, el mejor abrigo para la próxima nevada y un botellín de licor mal destilado para el consuelo.
Conozco las caras de todos, aunque sea de vista, en este andén plagado de viajeros aferrados a sus maletas de idéntico contenido. No nos saludamos porque nadie se enorgullece de no tener billete, de ir hacia ningún lugar, de sonreír con profunda tristeza, de vivir moribundos, de tener idéntica la maleta, idéntica el alma.
Hemos perdido las maletas antes de prepararlas como quien juega al solitario sin cartas, como quien da su palabra sin tenerla.
Es macabro, cruel y morboso deshacer la maleta cuando está vacía.
Para poder continuar necesitamos poner una reclamación por la pérdida de maletas para justificar la derrota que impone la inamovilidad, la torpeza o el cansancio.
Agotados de nosotros mismos, nos marchamos dejando un rastro impreciso de vinagre, ausencia y llanto.
Un poco desesperanzador, pero se capta toda la esencia del texto.
ResponderEliminarPor cierto soy Pérfida
Un saludo coleguita
Prometo sacar la ilusión a pasear en el próximo.
ResponderEliminarGracias de nuevo por pasarte por aquí.