Al albur de la infamia quedó anclado lo que fue nuestro futuro. Nos vendieron que nos pertenecía casi sin poder disimular su descojono con tamaño embolao. Total, cuando nos diéramos cuenta, unos estarían en las entradas de los diccionarios y otros criando malvas. Y no necesariamente en ese orden. No me veo escupiendo libros y sepulturas a diestro y siniestro.
La ventaja de haber sido cándido y piadoso es que con prontitud te crecen las dudas y los recelos como los pelos en las pelotas. La ventaja de tenerlos ahora blancos es que sirven de aviso para las nuevas hornadas.
La actualidad es un yogur a punto de caducar pero con el tiempo adecuado volverá a estar dispuesto para una nueva fermentación. Pongamos treinta años y todo volverá como si jamás se hubiera ido. Parece que no haya pasado apenas nada tras un reguero de almas rotas, castigadas y lo que es peor: vencidas.
El mundo conocido padece una ciclotimia rampante y no puede pagarse la medicación.
Tarde o temprano se vuelve al principio. Lo afirmo desde la humildad de mi inservible vejez. Enjuto y malgastao os digo, por si le sirve a alguien tan confuso y perdido como yo, que casi treinta años no son nada.
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