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martes, 31 de diciembre de 2013

ENTRADAS QUE SON SALIDAS



Al nacer me hice la picha un lío porque no acertaba a distinguir si salía o entraba; si había que llorar de alegría o reír de aflicción; si con cerrar los ojos podría continuar el sueño o si al abrirlos me daría de bruces contra la pesadilla. Creí que, nada más entrar al mundo, a todo quisqui  le darían un impoluto dorsal de número único para distinguirse en la carrera pero, no. El mío estaba arrugado, viejo y desdibujado. Usado en definitiva. Recuerdo haberme tocado las piernas por si no eran las mías. Confundía fiebres con sudores, alucinaciones con realidades y miserias con logros.      
De tanto devanarme los sesos se me han quedado como finísimas lonchas de incurable jamón barato. 
Nací de un puntapié en la matriz de mi madre. Amilanado de frío quise volver a la cueva tras echar un breve vistazo al periódico del día. Supe al instante que mi venida no aportaría sustanciales mejoras. Había tenido nueve meses para corroborar tal precoz conocimiento. Desde entonces he preferido salir a entrar, cerrar los ojos a abrirlos, dejar de correr y buscar al responsable de la carrera para devolverle el dorsal que nunca le pedí.

martes, 24 de diciembre de 2013

CORAZÓN DE HÉROE. (A Vicen)



Cuando el alma es un colador de desgracias y el sufrimiento una roca púrpura en el corazón, aparecen los héroes para señalar el camino. Cuando la poesía no es suficiente para detener las hordas, solo nos queda escondernos y esperar que los héroes tengan un buen día en la lid. Sería deseable que el desánimo no haga mella en ellos cuando al mirar alrededor se vean solos y traicionados. Aunque, por una cuestión de digno orgullo, los héroes nunca piden ayuda. El resto les buscamos desesperadamente. A la más mínima contrariedad preguntamos al cielo ¿dónde están? Temblorosos esperamos su presencia. El problema es que hay muy pocos para tanta exigencia acumulada, para tanta penuria. El común de los mortales muere sin llegar a conocer a ninguno. Son como piedras, solo que preciosas. Y los que las encuentran pueden darse por afortunados. Y yo soy uno de esos. Desde que la encontré nunca me he vuelto a preguntar ¿dónde estás? 
Es una piedra alta y de pelo rubio con el corazón de héroe. Quien no lo ve es porque la luz que desprende ciega. Pero yo, soy miope. Nunca una discapacidad dio tanta ventaja. Y lo veo tal cual. Es de otro mundo. Tiene la espalda débil, el espíritu noble y los sueños infinitos. Es, simplemente un poeta. Quizá el mejor. 
Y lo quiero compartir.

jueves, 19 de diciembre de 2013

PASADO



En un rincón se amontonan cajas de traslados insuficientes, cerradas con precintos de los que se usan para fijar cables de guitarras en escenarios de conciertos ya celebrados y que nadie recuerda. Guardan libros subrayados temblorosamente, útiles objetos sin apenas uso, papeles arañados con palabras detenidas por una abrupta congelación y gritos silenciados en mortajas de cartón. 
Mirar las cajas es como ver una triste espera; es como sacar un billete de tren sin horario de salida; es como tranquilizarse por saber que tienes el botiquín abastecido. La memoria es un armario empotrao de perchas abandonadas. El recuerdo es un sastre que corta con tozudez el mismo patrón irreal. El pasado está a la espera de volver. 
Las cajas perdidas y febriles siguen latiendo en el rincón asediando al presente intentando por todos los medios dejar el ayer. Luchan por dar sentido a su encierro al conseguir liberarse. 
No han entendido su verdadera función: representar al pasado y, desde esa quietud encarcelada, formar parte del futuro. 

viernes, 6 de diciembre de 2013

¿EN QUÉ QUEDAMOS? (Dedicado al bueno de Boro)



La palabra amor se parece a la palabra mareo. Te voltea y te confunde en perfecto equilibrio. Desde el primer relámpago no sabes si disfrutar o salir corriendo, si entregarte o desaparecer. Cuando, reblandecido por el ansia de amar, le preguntas a la amada si a ella también se le doblan las rodillas te contesta afirmativamente, pero a causa de tu peso. Cuando, tus revolucionarias hormonas toman el mando dejándote imbécil, le preguntas por el estado de las de ella, te deja caer que bastante tienen con lo suyo. Como para apiadarse de las extrañas.     
Recuerdo un desamor patético y doloroso: Fue el primero. Tendría siete u ocho años. Se trataba de mi amiga invisible. Me dejó tras una discusión de lo más trivial.
A partir de entonces arrastro una desmesurada inseguridad en lo concerniente a relaciones amorosas que me hace preguntar más de la cuenta: ¿Debería quedarme o debería irme? ¿Me quieres tirando a poco o tirando a dar? ¿Estás conmigo porque voy donde vayas o porque te dejo ir? 
La palabra mareo se parece a la palabra amor. ¿En qué quedamos? 
Tengo una idea: Vayamos al concierto de EL CARTERO ROCKERO para que nos saque de dudas. 

jueves, 5 de diciembre de 2013

SIN NADA QUE HACER



Cuando no tengo nada que hacer, lo hago todo.
Soy el más rápido en el campeonato local de silla de ruedas sin conductor. El más comilón en el concurso de huelguistas de hambre. El más certero en el tiro con arco, sin arco. El más inútil vocalista en una sesión de karaoke tras el cierre por mandato judicial. Y, si da la casualidad de que no se mueve nadie, el mejor bailarín del cementerio. 
Para mí, un día tiene cero coma horas. Un viaje relámpago es quedarse quieto. Y ahorrar es no dejar nada para el futuro. 
Tengo facilidad para no aburrirme, incluso en extremas situaciones de inanidad. De hecho creo que donde mejor me desenvuelvo es en el vacío. 
Soy increíblemente bueno para nada. Y creo, sin falsa modestia, que es difícil encontrar alguien así. Elevar la ineptitud a elevadas cotas de refinamiento está al alcance de muy pocos. 
Vivo feliz y despreocupado cuando no hay nada que hacer. Esta virtud es el mejor antídoto contra el envejecimiento. Es mi elixir de la eterna juventud. 
Me he hecho un plan de pensiones en el que pago las cuotas cada vez que me embriago y, aunque pueda parecer vanidad publicitaria, me tengo por un diligente y formal pagador.
No hay nada como no tener a donde ir, ni nada que hacer.