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jueves, 5 de noviembre de 2015

LA PARTE DE ATRÁS DE TODAS LAS COSAS


Bolas de fuego atravesando intestinos desahuciados tras una digestión difícil debido a una ingesta de dudosa procedencia. Sanguinolentas deposiciones con un obvio hedor natural y milenario. Escombros que cubren escombros. Tumbas necesitadas de psicoanálisis. Polvo cargado de coherente fracaso. Y eternidad maltrecha por falta de medicación.
En la otra orilla florece el pantano, tan capaz de devorar corrupción y honestidad a partes iguales. Nada se le escapa se llame como se llame, apagón o luz, hielo o llama. Para sus adentros remotos va.
Cuando un relámpago reluce en medio de la nada, empieza la tragedia. Y si obstinado es el furor de la vida, más lo es su podrido desenlace.
Desde el origen buscamos la parte de atrás de todas las cosas y, si llegamos a intuirlo apenas, nos da un susto de muerte de tan sencillo que es. Comprender que nada importa es lo más importante. A esa descorazonada desazón se le suele llamar vivir. Cada uno de nosotros le da al tránsito su peculiar razón. Y si eres lo bastante afortunado de sufrir una crisis de lucidez, lo aceptas y te pudres alegre sabiendo que eres una bolita encendida más cruzando el paraíso del intestino de un dios tan irreal como absurdo.


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