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jueves, 19 de enero de 2017

EMPAREDADO DE MIEDO


Siento miedo al mirar al principio. También lo siento cuando oteo el final.
Si lo que hay en medio tan solo se trata de un juego de letras, mejor no haber aprendido nunca a leer.
Quizá por eso me gusta tanto la pechuga de gallina.
Cuando de niño me preguntaban por lo que deseaba ser, respondía que millonario. Ahora sé que la respuesta adecuada hubiera sido "valiente". Aunque no tengo mala conciencia. El candor no es censurable.
Entre la salida y la llegada solo queda mezquindad, desatino y escozor.
Es muy triste saber cómo se ejerce la excelencia y acabar haciendo borrones.
Con el tiempo he descubierto lo que calma mi sórdida desazón: conseguir que alguien me ame descontando las generosas almas que no merezco.
En el barro busco tesoros, sin pensar que mis manos son el agua y la arena.
También he tenido suerte cuando borracho he olvidado mi carne de gallina y he evitado cualquier cazuela.
Emparedado de miedo, tiemblo, molesto y rezo.
De nada me servirá rezar cuando mi traje de molla y piel se pudra si no queda nadie para llorarlo, calmando así mi miedo.

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