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viernes, 10 de noviembre de 2017

GRATOS PRINCIPIOS. (A mi sobrino vasco)


Todos los inicios aúnan expectativas, ilusiones y desazón. Es sentir el excitante vértigo de lo que sienten los que apuestan cuando la ganancia y la pérdida se ponen al mismo nivel. Es jugar con el azar para conseguir ponerlo de tu lado. Quien comienza aventuras, no contrata seguros. Quien arriesga, no se arruga. Quien no arriesga, pone sus arrugas a buen recaudo. Una forma inteligente de conservar la cordura es jugar con la posibilidad de perderla. En los más sórdidos callejones se acumulan los que creen que vivir sin poner sus vidas en juego, les dará ventaja frente a los otros cuando la partida llegue a su fin.
Todos los comienzos son grandes aventuras. De eso se trata.
Decidir traer pequeñas almas a este desalmado mundo es el principio de la mayor de las aventuras. Los valientes no dejan que el miedo les usurpe la facultad de decidir. Las grandes aventuras empiezan con un leve deseo de amar y ser amado. Y cuando ese frágil inicio crece hasta el infinito y más allá, se busca la descendencia casi sin buscar. Los deseos naturales se cumplen, los planifiques o no. Y ver el amor hecho carne destroza y completa con tal brutalidad que, tras el temblor y el éxtasis, solo queda dulce plenitud. El principio de la gran aventura llega con una carne de amor, o dos. 

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