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jueves, 30 de abril de 2015

CONDENADO A MI CONDICIÓN


A las vecinas les pregunto cómo me ven. Algunas responden que soy una mezcla de atún y hiel, otras dicen que no saben. Pero la mayoría calla y yo leo de refilón sus pensares. Están indecisas entre verme como un perfecto infeliz o como un lívido cadáver. Quien calla otorga. Si nunca les cuento un chiste, nunca apreciarán mi sentido del rumor. Es difícil ganarse el respeto cuando uno mismo no se estima. Me encierro en casa para no molestar. Y encuentro mil pequeñas molestias a poco que limpie cualquier habitación. El sofá adquiere formato de ataúd cuando extiendo mis huesos en él. La plancha se desliza por mi vestuario sin haberme visto jamás. Pero la cafetera actúa con lentitud porque sabe que me encanta pasar el rato en el retrete. Mis calzoncillos tienen una hipótesis la cual comparto a regañadientes y es que tener testículos resta inteligencia. Por tanto, nunca seré inteligente en esta condición. Entonces, ¿para qué preguntar?

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