La comida raspa, el sol se oculta, el mar se agota y un niño se pierde cuando llega a edad adulta. La madre enloquece buscándolo, sabiendo que los vapores se escapan y no se pueden coger.
Suben al azul los días de calendarios descoloridos, los dientes de leche, los dibujos a la cera y los globos, sobre todo los globos llenos de chinchetas.
La madre tiene un par de melancólicas tetas que no alimentan ni al consuelo.
El corre-pasillos es un conductor suicida, que sin conductor va del salón a la cocina dando miedo y pena.
Las verduras en el frigo son ramas secas, las cáscaras de huevos son ataúdes de pollitos y el brik de leche es un queso curao más alto que ancho.
El congelador está repleto de personajes de Disney que, como Walt y su criogenización, resultan tristes y ridículos.
El guardapolvo azul de la guardería se sigue lavando, tendiendo y planchando. Por fin ha saltado la mancha de cerezas que tintó el bordado del nombre e incluso ha saltado hasta el nombre.
La madre subió como un globo sin ver a su hijo convertido en padre, ahogao en llanto por ella, por su hijo y por su mujer que ahora enloquece persiguiendo vapores, días, dientes y globos, sobre todo globos.
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