Lo imposible se advierte al nombrarlo. La encrucijada se pliega a una decisión errónea. Y la herida no deja de supurar bajo la venda.
En la esquina se traman dobleces, en el cementerio vuelan folletos de una estafa y en los ojos crecen cataratas.
El seguro de incendios ha caducado cuando solo quedan cenizas.
La adicción se apacigua con fe y la fe toma el relevo anulando la perturbada razón.
Un tumulto se sofoca con individualidades, igual como el ego se diluye en la insatisfacción.
El final huye del principio como el sol del hielo, pero son lo mismo.
Trozos del puzzle se perdieron al sacarlos de la caja y nos obstinamos en componerlo, esperanzados y optimistas.
Es posible que vivir sea inventarnos la vida. Y que no haya otra forma de hacerlo.
Si acabaremos mal, nos queda disfrutar del trayecto matándonos de amor, soñando flores al cruzar el camposanto, arañando risas a ceños fruncidos, contando abrazos en la guerra o jugar a que la desgracia solo pertenezca a los dioses.
Acabo de nombrar lo imposible, tomar el camino desacertado y quitarme la venda dejando la infección a punto de empeorar.
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