Algunos viernes como lagartos alados buscando el sol de mediodía bebemos cerveza en bares de nubes.
Gente normal bajo focos de cariño se transmuta en seres únicos, aunque sea limitado a lo que dura un fin de semana. Puede provocarlo la fugacidad.
Los brillos queman si permanecen.
Lo previsible es de piedra. Lo inesperado infla globos de colores.
El baile es más divertido si nadie lo ha ensayado.
Dejemos que nos sorprendan si alguien hace que un martes sea un viernes. De seguro no lo hará cualquiera. El próximo lunes se encargará de ponernos en nuestro sitio. Al menos recordaremos que la semana anterior tuvo dos viernes.
La piel envejece, los huesos rodean hastío, el corazón se sonroja y los pulmones acaban ahumados.
Algunos martes son como viernes. Y suben hasta el cielo, los lagartos alegres, las pieles desechadas y los huesos más enterrados.
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