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jueves, 27 de febrero de 2014

COMETAS



En contadas ocasiones nacen personas de fuego helado. Son imposibles de retener. Son cometas que bellamente se alejan rápido. Persiguen intensidades, metáforas y sueños. Cruzan infernales senderos tortuosos sin mirar atrás, con la digna herida expuesta, sabiendo que no hay tiempo para lamentar pequeñas pérdidas en un recorrido plagado de dulces trampas hacia la libertad. Para detenerse, los cometas no se hicieron. En eterna fuga brillan y si los intentas tocar, queman. Mejor mirarlos y admirarlos de lejos. Y gracias. Eso si tienes la humildad para distinguirlos y la fortuna de vivir una noche en la que esas estrellas fugaces se dejen caer.
En algún raro momento nacen personas salvajemente humanas. Insobornables. De inútil doma. Las más ambiciosas son las que no dependen de la ambición. Las más puras son las que dudan de su propia pureza y son clementes enjuiciando al resto. Las más libres son las que no aceptan más cadenas que las suyas y que fundirlas tiene un precio que solo ellas pueden pagar.
Si alguna vez ves un cometa exhausto, cansado y a punto de apagarse, no llores por él. Sonríe y agradece su paso cerca de ti. Alguien tiene que hacer de la vida algo valioso. Eso si tienes la humilde y afortunada capacidad de distinguir cometas a ras de suelo. Y gracias.

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