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jueves, 6 de febrero de 2014

QUÉDATE CON UN TONTO COMO YO


Si miras lo que soy me quedo sin argumentos para pedirte que te quedes conmigo.
El trabajo se me amontona, la guarida no me sirve, la flaqueza no depende de mi porcentaje de carne alrededor de los huesos. Rastros de incongruencias, perfume barato, aliento de ginebra y cerveza, desastre en los objetivos, belleza bien oculta, imbecilidad manifiesta, cabeza amueblada con madera carcomida, dignidad ausente. Quédate conmigo. Sé ver la dificultad que supone convencerte. Quédate conmigo. Dicen que los milagros no existen, en tu mano está hacer uno.
A las primeras de cambio consigo espantarte, sin planificación. Y aun así tengo los santos cojones de pedírtelo: quédate conmigo. Al lado de un tonto completo.
De carencias todos vamos sobraos, pero lo que a mí me sobra es la certeza de mis carencias. Carácter voluble de precisa indecisión. Susceptible como todos los engreídos que se creen víctimas de un complot mundial contra ellos. Incapacitado para mantener la más mínima dignidad como todo aquel que se permite hacer pucheros ante cualquier contrariedad con peregrinas justificaciones.
Aun así, te pido que te quedes conmigo. Al menos te intento seducir con la torpeza malamente oculta, como si fuera un ilusionista al que no le importa enseñar los trucos. Al menos me pongo colorao cuando vendo mis excelencias, porque no se puede vender lo que no se tiene.
Si miras lo que soy, verás lo que me falta: Tú.
Quédate con un tonto como yo.
Te prometo risas.
En serio.

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