Cuando has conquistado la libertad bajo tus pies, las huellas son invisibles para los esclavos. Solo las ven aquellos seres que, con determinación y esfuerzo, consiguen aprender a caminar descalzos. Tras cruzar las brasas quedan jirones y orgullo.
Cuando comprendes que somos provisionales, empiezas a perdurar. Las leyes escritas por extraños saben que se hicieron para saltárselas con furia, sin elegantes remordimientos.
Sin batalla no hay conquista. Cuantas veces te has visto fuera de lugar, de tu propio lugar. Cuantas veces te has preguntado si eras tú quien desentonaba en el orden, en el mundo mismo. Ese desasosiego quizá te haya salvado de no caer en la locura. Quien no se hace preguntas incómodas, no se libera de sus flácidos demonios. No hacen falta respuestas. Tan solo no perder la inocente mirada de incomprensión de niña ante el caos. Una vez fuimos puros y recorrer la vida es contener la degradación.
Cuando has mantenido la fe en ti a pesar de las otras religiones, te quedas libre y sin deudas. Puede que el precio a pagar sea caro pero, más caro es tener precio.
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