Siendo un crío repelente supe que la verdad se oculta bajo un manto de falsedad necesaria para no caer en el horror más absoluto. Y la paradoja te funde los plomos si no eres capaz de mirar de frente a la inculpable realidad. A quien entiende esto, se le llama insociable, radical o proscrito, fuera de toda norma, tan lejos de la comprensión convencional como de su tiempo. Y bien mirado, todo Jesucristo necesita su Judas. Al crecer supe que el dolor es brutalmente útil para saborear el placer. Al envejecer he aprendido a no culpar a nadie de mis fatalidades. La canción de la mejor banda viva que conozco habla de mirarse al espejo y no perder los papeles al aceptar el reflejo. La vorágine de la existencia nos difumina el pensar y nos obliga a defendernos de lo externo cuando en realidad la batalla solo se libra dentro.
Ahora, tras tanta hueca palabrería, voy a decir lo que venía a decir: Me congratulo de conocer a tres tipos que se dedican a producir sucias caricias sonoras. Se llaman MENSAJEROS DEL HORROR, acaban de grabar un disco tan enorme que no cabe en ningún canal radiofónico, ni en ninguna reseña discográfica. Se ocultan cerca de aquí y solo beben si los invitas.
Me siento como un chivato al contar su existencia pero, al ser tan maldito como ellos, igual nadie me oye y me perdonan. Os debo una invitación para beber y celebrar vuestras sangrantes melodías arenosas que frotan mis viejos oídos macilentos, rejuvenecidos a cada nueva escucha.
Eres grande Miguel ...
ResponderEliminar...A tu lao soy minúsculo.
EliminarGracias por perder tu tiempo con mis palabras.