Esta noche hay movimientos rectilíneos calle abajo mientras en las habitaciones de hogares en orden los bienpensantes sueñan en redondo como orugas retorcidas chupándose los colgajos de sus hastíos. La mañana no espera encontrarse con furibundos inadaptados pero, sin abundar, los hay. Hacen un molesto ruido que, contradictoriamente, suena a cantos de sirena con zapatos de tacón de aguja, mientras las pantuflas se arrastran por los pasillos buscando inodoros donde mezclar lejía y orín. Nada acaba si no empieza. Nada importa si a nadie importas. Se ven discusiones sin permiso en el callejón. Se enfrentan absurdamente con argumentos paralelos y alguien acabará con la nariz rota, inservible para seguir la fiesta. Los tugurios más reputados compiten por tener la peor clientela. A tan solo tres metros y cuatro paredes hay un hombre que tiene a la muerte pisándole los talones sin él saberlo. La azotea se llena de incertidumbre juvenil suicida con un chico que no ve claro si decidir terminar su adolescente situación en un campo de borrachos o volver a su antro familiar.
Esta noche, sin preocupaciones se está mejor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario