Hoy el día cayó de pleno sobre él haciéndole un boquete del tamaño de una dinosáurica vagina completando su desaparición sin dejar apenas rastro. Ha sido un desastre tras otro. No se lo esperaba.
Ayer se las prometía muy felices las horas, vibrantes, enérgicas. Llegó a formarse un superior ideal de plenitud con expectativas directas a cumplirse. Nunca se había levantado más optimista y lleno de vitalidad, por tanto, fue directo al grano descorchando una botella de champán francés y volcando en la mesa de cristal todos los secretos que guardaba para la mejor ocasión. Tiró de recetas y agenda a la par. Respondieron su corazón y sus nombres de chicas en su teléfono. Quedó con ellas para el día siguiente, (una seguro, las otras dos quizá). Puso el aparato musical a toda hostia. Hizo bailes no reproducibles. Fulminó el hígado con la bodega y los pulmones con paquetes de John Player Special. Pasó el tiempo como un relámpago que es la forma en que pasa cuando te dedicas a celebrar los sueños a punto de cumplirse. Parecía que todo fluía como un trueno aunque no se había movido de su gris sofá que a esas alturas iba por el techo.
Ayer se hizo hoy.
Una joven acaba la consumición y la paciencia en un bar del centro esperando nada. Coge su bolso y vuelve a casa con la ilusión intacta sabiendo que le queda champán y agenda a partes iguales. ¨Mañana todo será para mí¨, pensó.
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