La mítica Motown se dedicaba a producir dulces perlas que dejaban placer y dinero a partes iguales, sin hacer ruido, sin molestar, dedicándose al entretenimiento sin más. Hasta que un peso pesado, tras un acontecimiento luctuoso que lo dejó inactivo un tiempo decidió, no obstante, volver con una actitud dispar y una conciencia por fin despierta. El dueño de la discográfica, al escuchar el nuevo trabajo de Marvin se acojonó hasta el punto de negarse a publicar esa incómoda obra cargada de crítica contra una sociedad que vivía el sueño americano en su envoltura y la infamia y la podredumbre en su interior. Pero el bueno de Marvin ya había despertado del sueño y, ese viaje le había llevado a un punto de no retorno. Y se publicó una de las obras más bellas de la Motown que, además de procurar placer a los oídos, despertaba conciencias.
Estamos necesitados de personalidades tercas y solitarias que nos ensanchen los límites de nuestras obtusas mentalidades, señalando con sus sacrificios, otras formas más dignas de vivir. Aunque sea con unas dulces melodías pero, al servicio de un espíritu crítico capaz de conmover áridos corazones y despertar adormiladas conciencias.
No hay prisa. Que cada cual lo haga a su ritmo. Se puede empezar con una sencilla pregunta que se formula rápido pero que se tarda toda una vida en responder: ¿Qué está pasando?
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