El apego a alguien te puede salvar de morir solo.
Últimamente son la clase de cosas en las que pienso, tal vez porque intento engañarme sin dañarme más de lo necesario. Mis ojos ven estrellas de colores como se ven tras recibir certeros puñetazos en mentón y cejas.
Lo cierto es que me faltan deseos de morir aunque en ese trance estuviera acompañado. La contradicción es tan ideal como evidente.
Mañana te abrazaré como un recuerdo pegajoso de dulce aroma a pánico. Mostraré la totalidad de mis deficiencias sin vacuos adornos hasta que tuerzas la boca en señal de asombro y decepción. Aun así, lo nuestro será inalcanzable incluso para la eternidad. Volaremos por encima del subterfugio, de la catástrofe, de la detención. Y si consigues aguantar las arcadas, te estaré eternamente agradecido. Tu apego me salvará como siempre ha hecho.
Tu compañía me quita los deseos de morir.
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