Camina aburrido por un páramo de nubes de algodón como un niño en una feria que conoce de memoria y en la que no queda ya atracción por descubrir, ni capricho por saciar. Vive a espaldas de un mundo que le pertenece, pero ya no le importa. Antaño solía esforzarse cuando oía débiles plegarias, cuando sentía como algo suyo la opresión, la injusticia o el desamparo, cuando a su espíritu celestial todavía le quedaba algo de humano. A todo Gurú le llega el momento de perder la perspectiva, de caer en la alienación de una estrella del rock, de creer que no contaminas por limpio que seas, de confundir la propia realidad con la universal, de pasar de estar en deuda con el cosmos a sentir falto de pleitesía con quien lo creó. Vivir en una burbuja es lo que tiene, pierdes interés por lo que ocurre más allá de tu nariz. Incluso tanta endogamia mística produce monstruos que ven en sus actos perfección y belleza donde solo hay deformidad, depravación y maldad. Los dioses se vuelven niños malcriados, capaces de defender sus derechos a fuerza de llanto y mocos, mientras olvidan sin empacho sus responsabilidades que una vez tuvieron de adultos divinos que una vez fueron.
El rey de los Cielos anda buscando nuevas y exóticas experiencias que le saquen del hastío, que estén a la altura de su alteza. Últimamente, se le vio tirar televisiones por la ventana de una nube-hotel de lujo, acabar con el minibar un Viernes Santo o pedir la hoja de reclamaciones porque le dieron caviar ruso habiendo pedido iraní.
La eternidad no la soporta dignamente ni el Gurú más aguerrido.
El temazo es grande , pero tu texto se sale...
ResponderEliminarSiempre me animas a seguir.
EliminarGracias amigo.