Si me miras a los ojos contemplarás medio siglo de historia a caballo entre dos centurias. Si me tomas el pulso notarás el mal paso de una sangre incapaz de seguir el ritmo del reloj por culpa de un corazón negado para el baile. Si tocas mi piel sentirás la engañosa dulzura del terciopelo enfermizo y decadente. Si escuchas mi voz no sabrás si poner la atención en el desinterés de lo que digo o en la cartera. Si esperas calor en un abrazo mío, ya estás tardando en buscar cartones que te ayuden a pasar el frío de enero en una noche a la intemperie. Soy como un gato negro que se te cruza cuando estás en racha. Soy un espejo a punto de romperse mientras te arreglas ante él para salir y romper cuando estás que te sales. Soy el libro que entierra a cualquier escritor de éxito. Soy el rey de la confusión en la tierra de la claridad.
Y a pesar de mí, nunca perdí la ilusión de intentar incumplir mis propias reglas. De retorcer ingenuamente mi destino pero con determinación. De darme el tiempo necesario para poder llegar a ser otro. De no dejar ni un segundo a la auto compasión, ni a ¨externalizar¨ mis culpas cual necio fanático.
Bastará un minuto de treinta segundos de vuestro tiempo para saber si lo conseguí, aunque sea con levedad imperceptible, cuando mi mala figura deje de hacer sombra.
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