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viernes, 24 de febrero de 2017

LA RUTA CAYÓ COMO EL MURO


Dicen que la mítica ruta 66 ya no existe y que los ¨rockeros¨ más nostálgicos se plantearon enmarcar un trozo de asfalto para guardarlo en el museo del alma como antes hicieron los alemanes del este con el muro o los seguidores del Athletic de Bilbao con el césped de San Mamés.
En todo viaje hay expectativas y decepciones. Líneas de llegada y callejones sin salida. Tribulación y gozo. Rabia y calma. Accidentes inesperados y dulzona continuidad. Risas de pena y llantos de alegría. Deslizamientos y tropezones. Pérdidas y encuentros. Fatalidad y hermosura.
En todos los viajes hay vivencias enriquecedoras desde el primer paso, menos para quienes lo recorren solo para llegar al último. La mejor canción se disfruta sonando aunque, pareciendo contradictorio, también es de solaz deleite una vez enmudecida rememorarla, siempre y cuando atentamente se escuchó.
Una increíble aventura se desarrolla con la misma intensidad desde Chicago hasta Eleine como desde la plaza Castelar hasta la esquina del guardia siempre que se haga con el corazón. Lo de fuera siempre está adentro.
Dicen que la ruta 66 cayó como el muro o San Mamés. Y no voy a negar evidencias. Pero mientras que este destartalado cuerpo respire, habrá ¨Rock and Roll¨, muro y césped en los alrededores de la plaza Castelar, aunque mi viaje vitalicio se pueda resumir en lo que va de la esquina del guardia al cementerio de Elda o de Petrer.

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