Los libros rebosan mis estanterías derramándose hasta el suelo con sus palabras cargadas de sabiduría, tiempo y polvo. Siempre pensé que era todo lo que tenía, que era mi repertorio de riqueza, que no necesitaba nada más. Lo peor de fingir estar lleno es ignorar el crujir de tripas vacías y darle una equivocada procedencia.
Mi corazón, tan maduro como una orgullosa semilla sin capacidad de germinar por sí sola, latía como un mal monólogo sin aprender. Lo peor de no oír aplausos tras la actuación es creer que no los necesitas, que la audiencia no está a tu altura.
La estupidez del hombre se completa al pensar que el amor es un falso instrumento en medio de una banda militar sonando junto a los cañones de la verdadera guerra diaria. Por entre los cadáveres crecen las más épicas historias, los más inesperados finales. Benditas mentiras que alivian soledad y dolor.
Un día te dejaste elegir y desde entonces juntos hemos encarado las empinadas cuestas del descenso, los sombríos caminos de la pérdida y las verdades más ardientes. A tu lado, mis libros callan, mi corazón es puro temblor multiplicado y mi estupidez parece abandonarme sin nostalgia.
Si pudiera volver a vivir, en la infinidad del bucle, te elijo.
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