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viernes, 5 de octubre de 2018

SIN NACIONALIDAD


Quien no comprende a quien no es comprendido deja de ser uno más para convertirse en uno de menos. Desde las esquinas se planifican los centros y los moldes son patrimonio de quienes los rompieron. La paz solo llega tras la mayor de las guerras y la quietud es el mejor regalo que nos dan los inquietos. Hay personas que, al negarse a obedecer, mandan. Que al no dejarse pertenecer, todo les pertenece. Que al no saber hacia donde se dirigen, pueden llegar a cualquier sitio. Y los demás somos solo fina ¨morralla¨ arrogante de errática dirección, fútil, intrascendente, con la motivación puesta donde el metano nace. La mediocridad no conoce límites y los ocupa todos. Su terquedad es antológica al hacer de su ceguera su mejor arma contra la sensatez, tan extraña ella como escasa. No sabe lo que se pierde. Tal estado de pletórica salud suele dejar los cerebros vacíos y los corazones fosilizados. Digan lo que digan los historiadores, cualquier pueril puñetazo impone su ley sobre la vocalización del poeta al recitar sin dientes sus versos. No es cobardía argumental, es física fundamental. Ya lo pensó Jesucristo en el monte calvario: ¨El mundo será para los indeseables e injustos, pero solo el tiempo justo que dure su paso por la Tierra, del Cielo ya me encargo yo¨. Y se dejó prender sin usar la violencia, al comprender que toda ella le pertenece al odio y así sacrificarse por los cuatro gatos que valían la pena. Y al convertirse en el hombre de ningún sitio, alcanzó reinar eternamente en todos los corazones venideros, aquellos capaces de no latir en soledad. Su acierto fue creer en la humanidad a pesar de apestar como un cadáver, que hasta su padre abandonó. Quien pierde la fe no merece ser adorado. Quien empieza y acaba en sí mismo, no sabe lo que se pierde. Quien ordena y manda, no sabe lo que es obedecer a su conciencia, quizá porque no tiene. Quien hace de la vida su propiedad, ya vendrá la muerte a quitársela. Quien pone límites será el más limitado. Y quien no comprende, no podrá jamás, ejercitar la comprensión.     

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