Mañana llegará aunque no hayas hecho lo adecuado, aunque las cenizas sigan a un incendio, aunque se inunda de agua el mar.
El puño golpeando un espejo dará trabajo a manos abiertas, las venas tendrán urbanistas que las vacíen y el odio desbordado brillará cuando se agote.
Por un lodazal se abrirá paso el humo volátil de todos los infiernos casi humanos.
La llave oxidada de nuestro cerrojo se perderá en su propia búsqueda.
Vendrán las sombras a reclamar los brillos malgastados, las bombillas de filamentos fundidos como promesas, las cuentas sin saldo, la lluvia derramada sobre papel rocoso.
Y los arañazos en una pizarra de un instituto abandonado serán los relámpagos enfermos de una humanidad suspendida en los hilos hilvanados, devanados y cortados por las parcas.
Nadie podrá detener que el final se cumpla, aunque no hagamos lo adecuado, aunque el mar se inunde con cenizas de lo que fuimos.
El mañana matará nuestro hoy, sin resentimientos, sin dramas gratuitos, sin complejos, sin deslices innecesarios, como un hallazgo contundente, como la sentencia de un juez divino.
Podemos carecer de todo, menos de un final. Es lo que nos queda.
Nada más.