Un pequeño y tortuoso mundo le espoleaba para huir de aquellas gorrineras dirigidas por matarifes educacionales.
Manitas crueles abofeteando sus ganas de ser normal. Recreos con hurto de bocadillos de nocilla.
Pesadillas antes de cumplirse con novedades no soñadas.
Escuela de piedra para un cerebro aéreo. Humillación soportada antes de ser comprendida. Asfixia programada sobre su futura ventilación.
Piel envejecida con la velocidad del segundo. Soledad en medio del tumulto.
Olor a goma de borrar incapaz de eliminar los rituales del rechazo.
Pizarra con la fórmula del fracaso escrita con tiza roja. Ungüento ácido para un corazón sin formar.
Compresión sin comprensión.
Deseo de huir del calendario de 2002. Arrancando sus hojas con rabia, la misma que no podía utilizar para defenderse.
Hasta que un día descubrió la manera de huir de la socialización: dejar su nombre deshabitado y vacante al pasar lista.
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