Sacar el pie por los bajos del vehículo al pisar a fondo el acelerador. Activar bruscamente el freno de mano en la curva más cerrada. Insultar con rabia a los paisajes desenfocados que se pliegan velozmente como cortinas laterales deseando ser apolilladas telas de estelas. Envejecer más rápido que el mundo. Perecer antes de que la pereza te tiente. Agotar el combustible sin tiempo para repostar. Expulsar pesares con desdén por el tubo del motor como humos abandonados. Abrigar contratiempos para sobrepasarlos con arrogante facilidad. Pasar por las ciudades antes que el GPS. Estar tranquilo cuando el puente se hunda y cruzarlo incluso sin él. Escupir al demonio para que a Dios le duela. Acelerar cuando todos aflojen. Desobedecer toda orden con militar espíritu. Salirse de la atestada fila para ver como se aleja sin ti comprobando que con la velocidad hasta los gusanos parecen líneas continuas sin dejar de ser puntos suspensivos.
Circular a tumba abierta te la abre y te la cierra sin importar quien la ocupe.
Circular a tumba abierta te la abre y te la cierra sin importar quien la ocupe.
Acelerar es querer estar delante. Estar delante significa tener todo atrás, lo grave y lo ligero.
Acelerar es salirse de la vida cuanto antes intentando alcanzar el perdón por haberla vivido, con alegría y sin dramas.
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