A la salida nos espera un lugar mejor. Puede ser un confortable engaño, un lúcido deseo o una oración en labios sin fe. La moneda voltea tras el último suspiro y se mece en la brisa de un azar juguetón. El fin nos pone firmes aunque lleguemos con arrugas y nos recoge por dispersos que hayamos sido. El final nos manda a un lugar mejor, en general. Después de tanto ruido, un poco de silencio nos vendrá bien. Vivir con la necesidad de contener el perenne desangrado es una tarea digna de semidioses. No hay sitio donde ocultar tanto esfuerzo inútil. La estupidez se acumula ingenua en los vertederos como polvo tóxico. Si detrás de tanto vinagre no hay un poco de azúcar, apaga. Si tras el derribo no hay escombros, lástima.
Al salir nos queda, al menos, haber estado. Y los que no, nada se pierden.
Ella salió sin casi haber entrado.
Pero, algo me dice que está en un lugar mejor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario