Me empapo de frío cuando llegas y me arde oír el portazo cuando te marchas. Pervivo en el flagrante umbral, quieto y asustado, hasta que la última molécula tuya se despida. Es un momento jodido que cuesta pasar. Desearte es un arte. No sabes cuánto. Y prefiero que no lo sepas para que no me abraces por lástima o me beses por pena. Aunque lo que sí sabes es que no me importaría rebajar el nivel de orgullo si eliges llegar, a salir.
Dicen que los sueños raramente se recuerdan, al contrario de las pesadillas que se imprimen en el iris con tinta imborrable. Las que yo veo son solo una. Empieza con un golpe seco y acaba con mi desgarbada figura en parálisis permanente bajo el marco de la puerta abierta de mi casa oliendo el adiós que no me has dado.
Tras releer mis propias palabras llego a la conclusión de que mi sueño es nuestra realidad. Y de que mi pesadilla es mi solitaria ficción. No sabes el terror que me produce tu falta. Y sé que otro cuerpo podría ser la cáscara donde depositar mi amor. Pero no sabes la alegría que me da que seas tú la que da portazos en mis pesadillas; la que se deja besar; la que permite circular mis huellas por tu piel; la que sujeta mi desmoronamiento; la que desconfía de amores tan incuestionables como el mío. En definitiva: Que seas tú la que no quiere saber.
No sabes cuánto te quiero.
Cometela a Besos de mi parte .....A la Tere digo...
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