NADA DE LO QUE HICISTE ES CULPA DE NADIE

Ocurren cosas que te molestan del mismo modo que a los demás también. Para que todo funcione hay que tragar orgullo y enojo sin que te corte la digestión. Ponerse digno es cosa de adolescentes airados y tiene sentido. Otra cosa es cuando te pasa siendo viejo, entonces la defendida dignidad se convierte en torpe necedad. Cuando el tiempo se acaba, mejor que no lo pierdas en áridas inútiles disputas, llenando tu hoyo de agrio arrepentimiento con la más absurda tozudez. Cuando sea tarde, la oportunidad se habrá perdido. Nada merece perderse si alguna vez mereció la pena. Es de locos no aceptar la imperfección ajena, simplemente porque esa exigencia pondría entre las cuerdas a cualquier santo sin tacha. Sin los demás no somos nada. Somos capaces de mentirnos si ello nos da la razón, sin pensar que la verdad no pertenece a nadie, simplemente deja de existir si no se incluye a todos. Nacer puede ser una putada o una oportunidad. La mierda nos inunda con furibundo hedor, en nuestras manos está taparnos la nariz y quedarnos inmóviles lloriqueando o abrir las ventanas, coger un trapo y alegremente limpiar con esfuerzo la trágica escena que nos hemos encontrado. Pasar por aquí es un lujo y una condena. Pero nadie tiene derecho a culpar a nadie, si no siente el deber de luchar por dejar un lugar mejor de lo que encontró. Este mundo es un cementerio donde los imbéciles nos peleamos por poner nuestro granito de arena. La competición es cosa de estúpidos y en esa carrera soy un campeón, si ningún amigo mío, por un casual, lo evite.

TE ACOMPAÑARÉ

Te acompañaré hasta que pueda, hasta el que de la guadaña cercene mi hilo, hasta que mi sombra desaparezca cuando la luz se apague, hasta incluso cuando no quieras tú. Entonces obedeceré y te acompañaré de lejos sin que me veas. Puedo ser invisible como un archivo oculto, exclamación en la garganta de un mudo o gas transparente en todas direcciones. Estaré ahí donde quieras que esté, como lo necesites. Seré firme en la debilidad, certero en el error y dudoso en la certeza. La convicción es un poder incalculable. Solo le hace falta hacerle un traje resultón y si brilla, entonces vuelas por encima del infortunio y de la tristeza más absoluta como un pajarillo despreocupado y gentil. Te acompañaré hasta que me pudra, hasta que sea un guiñapo, hasta que tú digas basta. Entonces buscaré un bonito cementerio donde esperarte. Te acompañaré sin molestar con mi dulce descanso. Haré lo que hacen los enamorados muertos, amarte eternamente. Y si por un casual, no dices basta, echaré una cana al aire contigo. La compañía debe divertir.

SONRIENDO EN LA CAÍDA

Al principio te sientes con todo el poder y crees que el mundo se construyó para ti. Subes a la nube sin saber en absoluto que estás cayendo a plomo. El dolor no se nota cuando estás embriagado de placer y sonríes cuando deberías derramar lágrimas de pura confusión. La podredumbre te rodea mientras crees retozar en un paraíso de frescos aromas. Cuanto más perdido estás, más te encuentras. Sonríes en un mar embravecido y tempestuoso sintiéndote invulnerable, cuando en realidad vas directo a la mortaja como muñeco sin vida que se guarda en la maleta tras la actuación. Buscas agua en la arena y calmas la sed ahogándote. La caída es impresionante, pero solo los necios tienen alas. El ardor es insuficiente cuando las venas se hielan bajo tres metros de tierra yerma calcinada. El futuro te ha sobrepasado, pero sigues sonriendo como si nada hubiera pasado. No sientes los pies al caer, simplemente porque ya no queda nada que pisar. Aun así, de nada sirve vivir si no se tiene la capacidad de soñar y sonreír en medio del oscuro e infernal callejón de la locura donde todo cae y desaparece, donde nada importa, donde nadie pedirá cuentas cuando no quede ni principio ni final. Entonces, caer y sonreír no habrá sido un error.