SONRIENDO EN LA CAÍDA

Al principio te sientes con todo el poder y crees que el mundo se construyó para ti. Subes a la nube sin saber en absoluto que estás cayendo a plomo. El dolor no se nota cuando estás embriagado de placer y sonríes cuando deberías derramar lágrimas de pura confusión. La podredumbre te rodea mientras crees retozar en un paraíso de frescos aromas. Cuanto más perdido estás, más te encuentras. Sonríes en un mar embravecido y tempestuoso sintiéndote invulnerable, cuando en realidad vas directo a la mortaja como muñeco sin vida que se guarda en la maleta tras la actuación. Buscas agua en la arena y calmas la sed ahogándote. La caída es impresionante, pero solo los necios tienen alas. El ardor es insuficiente cuando las venas se hielan bajo tres metros de tierra yerma calcinada. El futuro te ha sobrepasado, pero sigues sonriendo como si nada hubiera pasado. No sientes los pies al caer, simplemente porque ya no queda nada que pisar. Aun así, de nada sirve vivir si no se tiene la capacidad de soñar y sonreír en medio del oscuro e infernal callejón de la locura donde todo cae y desaparece, donde nada importa, donde nadie pedirá cuentas cuando no quede ni principio ni final. Entonces, caer y sonreír no habrá sido un error.