Hay quien vive con un puñal clavado. La costumbre le atenúa el dolor y entonces el metal es el tallo de una flor con las raíces derramadas en lo más profundo del pecho. Pero es molesto arrastrar la pena encendida, oculta, extensa. Y desea repararla sabiendo que carece del remedio.
Hay quien solo puede sentir placer huyendo del daño.
Sus manos tienen huesos desnudos por dedos de tanto frotar la herida. Igual como un rodillo de lija decapa la pintura vieja de un mueble inservible.
Necesita huir del daño para sentir algo parecido al placer.
Un camino retorcido y angosto está por recorrer. Y lo recorre para escapar, aunque a cada paso el puñal entra más y más en la carne, en las letras de su nombre. Nota una ligera punción en su espalda. Acaba de traspasarle y no mira atrás, sigue adelante, huyendo. Y no es cobarde quien se ausenta buscando jardines donde sólo hay sepulturas.
Sentimientos encontrados para todas las personas, al menos una vez en la vida. Y relamiéndose en la herida aprenden a salir del dolor o se hunden más, depende del valor que le echen o de lo que quieran en ese momento...
ResponderEliminarMe quedo con "Y no es cobarde quien se ausenta buscando jardines donde sólo hay sepulturas".
ResponderEliminarSi llevara sombrero (no hay de mi talla), me lo quitaría.
Y perdón por repetirme con lo del sombrero. Este comenatario lo hice primero, ya que los anteriores no salieron gracias a mi torpeza en el manejo de las nuevas tecnologías de los cojones.
ResponderEliminarPero lo del sombrero sirve para todo el blog. Te seguiré.