Una nube tóxica envuelve el planeta como un papel de regalo. Colores fosforescentes hacen del cielo un bello paisaje infernal. Dios nos dejó hace tiempo y sus apóstoles deambulan por la tierra como perros sin dueño. Los ángeles tienen las alas rotas desde que perdieron las elecciones del sufragio universal y se esconden por entre las dunas del desierto, asustados y temblorosos como lagartijas huérfanas. Ya no vuelan, escarban fosas. Mefistófeles veranea en las cálidas costas mediterráneas. Toma un martini seco en uno de los chiringuitos que ha abierto por un traspaso de risa. No todo está perdido. Jesucristo ha vuelto a reencarnarse para intentar salvar a la vencida humanidad, cual superhéroe solitario. Le toca comerse el marrón al mismo de siempre. Tiene horribles cicatrices de la anterior salvación, pero nadie duda de que hará lo que esté en su mano. No todo está perdido si su paciencia no quedó hace siglos agotada.
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