Las puntas de los dedos llenas de arena solitaria, mágico poder, oasis reales llenos de dulce compañía, divertidos bailes sobre sepulturas vacías, agitación, risas de cóctel, penas que huyen a saltitos cortos, suelos que se mueven, belleza momentánea atrapada y pacificación agradecida.
Las palmas de las manos refrigeradas, trémulas cuerdas vocales tarareando, humo circular sobre las cabezas de los santos, coronas plateadas, nichos alegres compartidos, caricias como heridas, documentos sin datos, fotogramas reproduciendo placer visual y burbujas de saliva estallando en corazones con latidos coreográficos.
En las dunas de arena no se nota el desprecio, los cristales no reflejan sombras, las manchas son brillos, la moqueta es un solar donde se instalan naves industriales y los bolsillos son cooperativas.
Las puntas de los dedos metidas en una bañera se arrugan y sus surcos como de música en vinilo nos recuerdan lo felices que en aquel tiempo de arena fuimos.
Nos vemos en las dunas.