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viernes, 15 de julio de 2011

EL LUNES NO TARDA EN LLEGAR MÁS ALLÁ DEL DOMINGO

El domingo estaba agonizando como la posibilidad de colocar el pellejo en el mercao, como la ocasión desesperada por huir de la soledad.

Sus ojos agonizaban por culpa de unos alrededores anodinos; igual es espolvorear sal sobre el océano, echar una flor sintética a la tapa de un ataúd, comer pan con gachas o buscar tu nombre en una lista de desaparecidos.

Si recargas lo cargado te sale una bonita joroba barroca, él lo sabía y quiso poner remedios paliativos, aunque también sabía que no todo depende de uno.

Bien cenado, bien duchado y bien dispuesto salió a la calle, inquieto e inseguro pero decidido a conocer otras almas con hélices, o sin ellas, que tampoco era cuestión de ponerse muy tiquismiquis.

La esperanza no era su fuerte, ni el optimismo, ni el up, ni la seguridad en sí mismo.

Pero mira tú por donde, ese domingo casi gastado venció a su obligada muerte sin necesidad de desfibrilador.

Desde entonces, el dolor, la tristeza, el desencanto, la desesperación, la soledad y los domingos que agonizan, tienen sentido. Tiene sentido hasta el sufrimiento si alguna vez unas hélices de ángel te laminaron el corazón.

Un signo de sofisticación es cuando las rodajas han salido extremadamente finas.

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