Las sombras no tienen luz, pero la necesitan para ser. Creen que se bastan a sí mismas, pero nacen y mueren gracias a la luminosidad. Luego las sombras son vampiros ignorantes.
El país que tiene riqueza procura conservarla vendiendo zanahorias colgantes a los vecinos los cuales muerden al aire dejando saliva hambrienta en el muro del engaño.
La historia se repite tristemente debido a su dificultad para aprender. Te dicen que debes hacer bien las cosas, pero el premio se lo llevan los tramposos.
Arriba y abajo. Tener y no tener. Amos y esclavos. Capricho y necesidad. Residencias de verano y chabolas. Tarjetas de crédito y agujeros en los bolsillos.
Somos de carne y nos obstinamos en rodearnos de muros, sin pensar que una pequeña gota de sangre aguada percutiendo insistentemente en los tejados puede derrumbar cualquier oscura construcción, haciendo un boquete por donde entrará la luz convirtiendo en polvo a los vampiros. Y los niños jugarán con sus capas en medio de las calles repletas de muros derribados.
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